domingo, 5 de abril de 2015

Dios y Hombre

Siempre ha sido objeto de estudio las dos naturalezas de nuestro Señor, en primer lugar él es Dios y como Dios lo es en toda la plenitud, no tenemos el concepto griego de semidioses; lo que visualizamos en este punto es al verdadero y soberano Dios que tomó forma humana en toda su esencia. El que Dios se haya humanado no lo hace menos Dios, más bien demuestra su carácter omnipotente, un Dios que puede ser tan grande que los cielos de los cielos no lo pueden contener y a la vez puede humillarse a una endeble naturaleza de hombre.

El profeta declara que sería Emanuel (Dios con nosotros) esto indica que nuestro Dios siempre quiso ser cercano y no la idea de un creador que Creó se alejó y cada cual por su cuenta. No, esta no ha sido nunca la idea  divina, él cuida de su
creación.

En romanos 9:5 la Palabra declara que Jesucristo es Dios sobre todas las cosas derribando todo argumento o duda en que se apoyaba la herejía gnóstica de los tiempos de Pablo. Conocemos a Jesús como 100% hombre y 100% Dios pues en el habita corporalmente toda la plenitud de la deidad.  Dios tomó un cuerpo el cual era 100% humano, porque Jesús a pesar  de que los evangelios no se concentran en el aspecto humano de Jesucristo, tenemos datos de la personalidad y humanidad de Nuestro Señor: nacido de una mujer, (S. Lucas  2:6, 7; 11:27). Sufrió hambre, sed y cansancio (S. Mr. 4.38; 3:20; 6.31).

En todas las épocas han existido debates de la deidad y/o la humanidad de Jesús, la Biblia es la autoridad en todos los asuntos de fe tenemos la evidencia y el contra argumento en cuanto a esas cosas, no hay motivos para dudar de la humanidad o deidad de Jesucristo pues el carácter humano y eterno divino de nuestro Señor es evidente. No queda duda de que el Mesías vino en carne y espíritu.

La vida de Jesús el Hijo de Dios, desde su concepción divina, para ser un humano, hasta su muerte sacrificial y gloriosa resurrección, debe llenarnos de gran gozo. Jesucristo lleno la medida que ningún hombre podría llenar por más bien dotado o esforzado que fuere, esta obra solo Jesús podía y pudo hacer.

La obra redentora no sería por si misma completa y perfecta sin un sacrificio perfecto; y este sacrificio debía ser además santo, el Todopoderoso Dios se humanó para así poder ser Dios y redentor, el único sacrificio aceptable y digno de la santidad de nuestro Señor Jehová.


Todos los nombres, más bien atributos dados por los profetas y escritores bíblicos, nos ayudan a tener un mejor entendimiento del amor de Dios para con nosotros. Es cosa admirable que el Creador mismo viniera a manera de hombre para redimirnos del pecado en el cual nosotros mismos caímos a causa de nuestras desobediencias.

Jesús es tanto Dios, como hombre; es el Mesías esperado que vino a restaurar todas las cosas; y a pesar de que no vemos todas las cosas restauradas, podemos ver que cumplió con la primera fase de su obra de restauración de todas las cosas, redimiendo al hombre del pecado al morir en la cruz, haciéndose así maldición por nosotros para que nosotros llegásemos a ser bendecidos en Él. Nuestra esperanza está en el Unigénito del  Padre.  


Jehová Dios ha sido bueno para con todos, Él es digno de suprema adoración. 

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