martes, 27 de enero de 2015

Jesucristo Resurrección y Vida

San Juan 11:1-44
Nuestra fe puede que dure mientras aun no se haya sepultado el difunto, pero al dejar en el cementerio a nuestros seres queridos la fe nuestra termina. 
En esta ocasión, al igual que siempre, el Señor se encontraba predicando a la gente. Alguien se le acercó para informarle del estado de salud de un amigo muy amado por Jesús.  Jesús predicaba en las aldeas más allá del Jordán, posiblemente se encontraba en Perea, cuando recibió la noticia de la enfermedad de Lázaro. Jesús no fue de inmediato, sino que esperó dos días antes de regresar a Judea. Concientemente sabía que Lázaro estaría muerto cuando regresara a Betania,  pero iba a realizar uno de los milagros más extraordinario de su ministerio terrenal. 

Cuando le dijeron que “Lázaro a quien amas” está muy enfermo, esto debió poner al Señor un sentido de urgencia, pero no se exalto, mantuvo la quietud y la calma indicio de su soberanía. La Biblia aclara la relación de amistad de esta familia con Jesucristo y ellos esperaban no ser la excepción cuando acudieran a él.

Cuando Jesús decide ir a Betania ya sabía que Lázaro estaba muerto, por eso le dijo a sus discípulos: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.” Los discípulos no entendieron y creyeron que en su enfermedad estaba dormido, a lo que Cristo aclaró que estaba muerto y que estaba esperando su muerte para que ellos creyesen real y firmemente el él.

Al llegar a la aldea, se encontró que Lázaro estaba en su tumba, ya que tenía cuatro días de muerto, la resignación era evidente en la familia del difunto. Cuando Jesús dijo que Lázaro resucitaría, todos creyeron, pero para el tiempo del fin, pero Jesús se refería al gran milagro de la resurrección de un muerto ya en estado de putrefacción.


Yo soy la resurrección y la vida, dijo Cristo, y el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá.  Fijémonos que en cada uno de los relatos de la lección Jesús habla directamente a la persona a ser resucitada; creemos que es tal la autoridad divina de Dios, que si solo hubiese dicho “levántate”  o “ven fuera” todos los muertos hubiesen resucitado; mas esa orden será dicha al final de los tiempos cuando todos los muertos resucitaran primero los justos en la primera resurrección para vida eterna y luego los injustos para perdición y confusión eterna.