Siempre ha sido objeto de estudio las dos
naturalezas de nuestro Señor, en primer lugar él es Dios y como Dios lo es en
toda la plenitud, no tenemos el concepto griego de semidioses; lo que
visualizamos en este punto es al verdadero y soberano Dios que tomó forma
humana en toda su esencia. El que Dios se haya humanado no lo hace menos Dios,
más bien demuestra su carácter omnipotente, un Dios que puede ser tan grande
que los cielos de los cielos no lo pueden contener y a la vez puede humillarse a
una endeble naturaleza de hombre.
El profeta declara que sería Emanuel (Dios
con nosotros) esto indica que nuestro Dios siempre quiso ser cercano y no la
idea de un creador que Creó se alejó y cada cual por su cuenta. No, esta no ha
sido nunca la idea divina, él cuida de
su
creación.
En romanos 9:5 la Palabra declara que
Jesucristo es Dios sobre todas las cosas derribando todo argumento o duda en
que se apoyaba la herejía gnóstica de los tiempos de Pablo. Conocemos a Jesús
como 100% hombre y 100% Dios pues en el habita corporalmente toda la plenitud
de la deidad. Dios tomó un cuerpo el
cual era 100% humano, porque Jesús a pesar de que los evangelios no se concentran en el
aspecto humano de Jesucristo, tenemos datos de la personalidad y humanidad de
Nuestro Señor: nacido de una mujer, (S. Lucas
2:6, 7; 11:27). Sufrió hambre, sed y cansancio (S. Mr. 4.38; 3:20; 6.31).
En todas las
épocas han existido debates de la deidad y/o la humanidad de Jesús, la Biblia
es la autoridad en todos los asuntos de fe tenemos la evidencia y el contra
argumento en cuanto a esas cosas, no hay motivos para dudar de la humanidad o
deidad de Jesucristo pues el carácter humano y eterno divino de nuestro Señor
es evidente. No queda duda de que el Mesías vino en carne y espíritu.
La vida de Jesús el Hijo de Dios, desde su
concepción divina, para ser un humano, hasta su muerte sacrificial y gloriosa
resurrección, debe llenarnos de gran gozo. Jesucristo lleno la medida que
ningún hombre podría llenar por más bien dotado o esforzado que fuere, esta
obra solo Jesús podía y pudo hacer.
La obra redentora no sería por si misma
completa y perfecta sin un sacrificio perfecto; y este sacrificio debía ser
además santo, el Todopoderoso Dios se humanó para así poder ser Dios y
redentor, el único sacrificio aceptable y digno de la santidad de nuestro Señor
Jehová.
Todos los nombres, más bien atributos dados
por los profetas y escritores bíblicos, nos ayudan a tener un mejor
entendimiento del amor de Dios para con nosotros. Es cosa admirable que el
Creador mismo viniera a manera de hombre para redimirnos del pecado en el cual
nosotros mismos caímos a causa de nuestras desobediencias.
Jesús es tanto Dios, como hombre; es el
Mesías esperado que vino a restaurar todas las cosas; y a pesar de que no vemos
todas las cosas restauradas, podemos ver que cumplió con la primera fase de su
obra de restauración de todas las cosas, redimiendo al hombre del pecado al
morir en la cruz, haciéndose así maldición por nosotros para que nosotros
llegásemos a ser bendecidos en Él. Nuestra esperanza está en el Unigénito
del Padre.
Jehová Dios ha sido bueno para con todos, Él
es digno de suprema adoración.
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