Pregunta- ¿Es posible que alguien obtenga la salvación
de su alma, aunque sea ya el último minuto de su vida?
Respuesta- Esta es una de las inquietudes más
frecuentes en la mente de los seres humanos y mayormente entre los enfermos
terminales y los jóvenes que dicen que esperarán hasta estar bien entrados en
años para luego recurrir a Cristo en busca del perdón de sus pecados.
Ahora
bien, es sabido que muchas confesiones y reconciliaciones entre amigos,
familiares y cónyuges; ocurren en el lecho de muerte. En la mayoría de los
casos, el
pedir perdón a los amigos y seres queridos, dan como resultado reconciliación y perdón entre las partes involucradas.
pedir perdón a los amigos y seres queridos, dan como resultado reconciliación y perdón entre las partes involucradas.
A
muchas personas les resulta muy cuesta arriba el perdonar, y mucho más difícil
el pedir perdón y reconocer sus errores en circunstancias favorables en sus
vidas; parte de ello se debe al orgullo y al ego.
Con
relación a quién merece o no el perdón de Dios y hasta cuándo es posible
recibirlo, no está en potestad de hombre alguno, pues Dios es soberano y su
palabra viva, eficaz y muy clara. La Biblia dice: “si creemos con el corazón y
confesamos con nuestra boca que Jesucristo es el Señor seremos salvos” Pero
¿Hasta cuándo está esto disponible y para quiénes? Las parábolas del hijo
pródigo (derrochador) y la de la oveja perdida; son muy buenos ejemplos acerca
del gran poder de perdón de Dios.
Usted
me diría: está bien que Dios perdone cosas sencillas, pero crímenes penalizados
tales como robos, homicidios, violaciones; es inconcebible. Estos crímenes no son perdonados y mucho
menos en el último minuto de vida. Quiero recordar aquí que la misericordias de
Dios son nuevas cada mañana ( ); y que a
un corazón contrito y humillado no desprecia el Señor ( ). He aquí la clave del perdón de Cristo
“el ser humilde” porque Dios atiende al
humilde, mas al altivo mira de lejos (
) y Dios da gracia a los humildes y resiste a los soberbios.
La
Palabra registra el acontecimiento de un perdón muy dramático y en el último minuto de vida de un hombre que, fuera de ser bueno y digno de misericordia,
era un malhechor y a punto de cumplir
una pena de muerte. Éste era un reconocido delincuente. Sucedió que en el día
del cumplimiento de su pena de muerte fue condenado junto a dos hombres; uno de
ellos al centro, él a la derecha y otro a la izquierda. Se trataba del día más
obscuro de toda la historia, pero a la vez el más glorioso para toda la
humanidad, era el Mesías prometido que era crucificado junto a estos dos
malhechores. He aquí la diferencia en un
último minuto de vida.
Una
multitud presenciaba este acto de ajusticiamiento para los malhechores, pero la
más grande infamia en la historia de las jurisprudencias se encontraba en el
mismo escenario. La multitud injuriaba, maldecía y se burlaba del maestro; el
ladrón de la izquierda (aun en la misma condición) acompañaba a la torpe
multitud diciendo: “si en verdad eres el hijo de Dios baja de la cruz, sálvate
a ti mismo y sálvanos a nosotros.” (
)estas injuriosas palabras de éste hombre le costaron no sólo el último
minuto de vida , sino también la condenación eterna, perdió el último rayo de
esperanza, perdón y misericordia por parte de Dios, porque minutos más tarde
después de esta intensa agonía, de desprecio y burla, despertó en el lugar de
mayor sufrimiento y desesperanza que ser
alguno pueda estar y para permanecer allí por toda la eternidad. Éste
desperdició su último minuto, la oportunidad final de salvación para su alma y
frente a frente, o mejor dicho, al lado de del dador de la vida y autor de
nuestra salvación; Cristo el Señor.
Mientras
que a la derecha, un hombre malo y perverso se dio cuenta y miró hacia la
puerta de salida a esa condenación eterna y no perdió ese último minuto, él
miró más allá de lo que los ojos físicos pueden ver, miró más allá de la
condenación en la que se encontraba Jesús el Mesías, éste no veía a un pobre
hombre condenado a la pena de muerte, él le dio paso a la vista espiritual y abrió su corazón a Dios
y pudo ver “al cordero de Dios que quita al pecado del mundo” ( ), al sacrificio perfecto junto a él y se
sintió indigno del lugar y la ocasión, indigno de este privilegio de morir
junto a Jesús el Señor.
Este
hombre de la derecha abandonó su orgullo, el pecado y aun el dolor del
sufrimiento y en el último minuto, con el último aliento y los últimos latidos
del corazón; con su último, efímero y breve suspiro exclamó al ladrón injurioso
a la izquierda del Maestro: “¿no tienes cuidado de que nosotros padecemos
justamente, que estamos pagando según nuestros crímenes? ¿No te has dado cuenta
de que somos malhechores y este hombre en medio nuestro nada malo ha hecho, es
el Justo de Dios? Luego miro a Cristo y dijo: Jesús acuérdate de mí cuando
vengas en tu reino”. Fueron palabras que
no solo salieron de sus labios, salieron de un corazón que dejaba de palpitar,
de un alma que clamaba por paz a su creador. Toda altivez, toda arrogancia,
todo ego, todo orgullo murió antes que su cuerpo. Había desperdiciado toda su
vida en el pecado y la maldad; enemistad contra su creador.
Al
hacer la petición a Jesús, esperaba
algún regaño, quizá un bochorno o un “ya es muy tarde, no hay tiempo, o un
¡ahora que estas a punto de morir vienes a mí! En lugar de esto, de en medio de
esa cruz se escuchó la más tierna y hermosa voz que hombre alguno hubo
escuchado; parecían pétalos de rosas cubierto de rocío, tan preciosa como el
canto del ruiseñor; era la voz de mi Cristo amado que dijo: “de cierto te digo
que estará desde hoy conmigo en el paraíso” (
).
Por
tanto te aseguro que el último minuto cuenta. No importa que tus pecados fueren
rojos como carmesí, en la sangre de Jesucristo vendrán a ser como la nieve. Si
has desperdiciado tu vida en el pecado aun en el último minuto puedes recibir
vida eterna en Cristo Jesús. Pero no te la juegues, pues no sabemos cuál será
nuestro último minuto en esta efímera existencia terrena.
¡Qué
tal si este fuera tu último minuto de vida! ¿Te comportarías como el ladrón de
la izquierda que acompañó a la malvada multitud, o cómo lo hizo el de la
derecha que alcanzó la salvación de su alma?
¡La decisión es tuya!
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